El Secreto de Cassà de la Selva

Introducción sobre el municipio

Cassà de la Selva es una villa situada en un entorno natural privilegiado, entre el espacio protegido del macizo de Les Gavarres y el llano de La Selva. Emplazado en un punto estratégico al sur de la comarca del Gironès, Cassà se encuentra a 14 kilómetros de Girona y a 20 kilómetros de municipios de la Costa Brava como Platja d’Aro.

Uno de los elementos que más ha marcado la villa de Cassà ha sido la explotación del corcho, que ha creado unos paisajes, una cultura y una manera de ser particulares. Así, podrás descubrir un viaje que va desde los bosques de alcornoque de Les Gavarres hasta las empresas transformadoras. Además, descubrirás una rica oferta cultural y especialmente musical, así como un interesante patrimonio arquitectónico, fruto de esta industria corchera que dejó huella en el territorio.

Finalmente, Cassà ofrece un entorno natural de una gran riqueza y belleza que se caracteriza por el contraste entre los bosques de alcornoque y encina del espacio protegido de Les Gavarres y el mosaico de campos de cultivo del llano, atravesados por numerosas ramblas y refugio de una rica fauna y flora. Todo ello lo podrás descubrir de forma respetuosa y sostenible desde las vías verdes y las numerosas rutas que ofrece el municipio para hacer tanto a pie como en bicicleta.

Puntos de interés

Antiguo camino real a Sant Feliu: En este punto se desvía el camino real que antiguamente unía Girona con Sant Feliu de Guíxols después de abandonar el pueblo de Cassà. El camino ha sido restaurado y recuperado en los últimos años, y se puede observar claramente la estructura rebajada que los siglos de uso y de paso de viajeros han creado en el terreno.

Esclusa de la Capçana: Desviándonos unos cincuenta metros del camino y cruzando la rambla Verneda, encontraremos la antigua esclusa del molino de la Capçana o del Limbo. Esta esclusa almacena el agua de la rambla y crea un espacio de gran interés natural y paisajístico. De hecho, la esclusa había servido hasta hace pocas décadas como lugar de esparcimiento y reposo de muchos vecinos y vecinas de Cassà que venían a refrescarse los días de verano.

Masía de Can Vilallonga: Se trata de una masía tradicional con paredes de piedra, primitivamente de planta cuadrangular, cubierta de teja a dos vertientes. Los envigados son de madera. La fachada principal presenta una puerta dovelada de granito y ventanas también del mismo material con repisa moldurada. La ventana central del primer piso presenta un bajorrelieve de granito sobre el dintel.

Rambla de Can Vilallonga: Esta rambla recoge las aguas que provienen de Les Gavarres y desemboca en la rambla Verneda después de salir de la finca de Can Vilallonga. A pesar de ser una rambla pequeña y estacional, su agua se ha canalizado y aprovechado para las necesidades de la finca y para mover el molino que permitía moler el grano y hacer harina y forrajes. La rambla forma también un ecosistema propio muy interesante, con presencia de anfibios, y permite dar un paseo muy agradable.

Molino de Can Vilallonga: El molino originariamente formaba parte de la misma propiedad que el cortijo y recibía el agua de la rambla de Vilallonga gracias a la esclusa situada a unos metros aguas arriba. Los molinos harineros eran utilizados para moler cereales de calidad para hacer harina para consumo humano, pero también para moler otros tipos de granos más bastos para hacer pienso y forraje para el ganado. No tenemos ninguna información de cómo era el antiguo molino, de cuántas muelas hacía funcionar, ni de si solo servía a Can Vilallonga o si otros labradores también iban allí a moler. Hoy en día el antiguo molino ha sido remodelado y tiene un uso residencial.

Esclusa del molino: El molino necesita varias estructuras para asegurarse la energía hidráulica para mover sus muelas. La primera es la esclusa construida en medio del cauce de la rambla de Can Vilallonga, para parar y almacenar el agua y derivarla por un antiguo canal hoy perdido que la transportaba hasta la balsa del molino de Can Vilallonga.

Acueductos: En la finca de Can Vilallonga se cuentan hasta tres acueductos construidos en época moderna que conducen el agua captada de las dos ramblas hasta la balsa de Can Vilallonga.

El primer acueducto que encontramos, de tres ojos, tres pequeños arcos de medio punto, es de pequeñas dimensiones y está construido solo con ladrillo y mortero. Más adelante encontramos el acueducto grande, que llega hasta los 18 metros y que permite salvar los 5 m de desnivel que dibuja un torrente. Por sus dimensiones, en su construcción se utilizaron mampostería de piedra y cal, en los paramentos y pilares, y ladrillos, en la canalización y, dispuestos a sardinel, en los arcos. Finalmente, el acueducto de los dos arcos tiene 13 metros de longitud y salva un desnivel de casi 3 metros de altura.
Los acueductos, que forman parte de la Zona de Interés Etnológico del sistema hidráulico de Can Vilallonga, y el canal sepultado son funcionales gracias a la restauración y a los trabajos de mantenimiento que lleva a cabo el Consorci de les Gavarres.

Balsa de riego: Punto de destino y de almacenamiento del agua recogida en las dos ramblas y transportada por medio de los acueductos. El agua se usaba para regar el huerto y los campos más próximos a la casa. Para hacerlo, hay una caseta en la cara suroeste de la balsa que guarda unas escaleras que nos conducen a la parte inferior de la balsa, donde hay una llave de paso. Cuando se abría este grifo, el agua saliente era conducida por una cañería cerámica sepultada hasta los riegos que recorren los campos (si nos fijamos, los reconoceremos por los juncos que crecen y que nos indican humedad). Adosado a la balsa también hay un pequeño lavadero de 3 x 3 m donde la familia del cortijo hacía la colada.